Infernum Z II




Hola!!!
Tal y como os prometí, no he dejado de trabajar en la segunda entrega de “Infernum Z” y salvo apocalipsis mundial (otro más) podréis disfrutar de ella este verano y ya puedo adelantaros que será tan larga como la anterior, con mucha acción y con ese toque de humor que caracteriza a los españoles y que de forma tan natural, como incomprensible para nuestros sosainas vecinos del Norte de Europa, aflora en todos nosotros cuando las cosas se complican.
Y como reflejo de ello, en esta nueva entrega hacen su aparición los habitantes de San Cabritos de Arriba; una hermosa villa en la que todos sus vecinos sobrellevan como mejor pueden el día a día de un apocalipsis zombi y, a su vez, los zombis sobrellevan como pueden las extrañas y rudas costumbres de los Cabriteños.
Permitidme que os deje unas páginas a modo de ejemplo...


San Cabritos de Arriba. Tres meses antes.

Sin lugar a dudas, tanto a la vista, como a la mente, la villa medieval de San Cabritos de Arriba es un lugar particularmente hermoso por los muchos tesoros que alberga. El primero de ellos es el entorno natural en el que está situada, un diminuto valle con una leve elevación justo en su corazón y sobre la que orgullosa y desafiante se alza la recia muralla de piedra que arropa casas y calles que parecen trasladar diez siglos atrás a los escasos turistas que atraviesa la imponente puerta medieval.
Y el segundo, es su larga e interesante historia.
Según consta en los archivos municipales ubicados en la cuadra anexa al ayuntamiento, su fundación data del siglo I aC, cuando un grupo de soldados pertenecientes a una legión romana que pasaban por allí cerca, se vieron sorprendidos por el ataque de unos feroces guerreros quienes, despreciando sus brillantes corazas, la impenetrable estrategia de formación de tortuga que tantas victorias les había otorgado y los ridículos plumeros rojizos que coronaban sus cascos, al grito de “Itálicos go home” y “Sus vamos a crujir toos los huesos”, cargaron contra ellos armados con gruesos garrotes de madera de encina.



Obviamente, resulta innecesario decir que tan solo un minuto después, los valientes guerreros Cabriteños yacían muertos en el campo de batalla, pero no así sus esposas, ahora unas desconsoladas viudas que haciendo suyo el dicho de “A rey muerto, rey puesto”, se apresuraron en “persuadir” a los atractivos soldados romanos para que se desposaran inmediatamente con ellas en una multitudinaria boda.
Por supuesto, estas buenas mujeres no eran tan tontas como para que ahora que por fin se habían librado se sus… digamos rudos, digamos vastos, digamos “guarretes” esposos, no darse un merecido homenaje; por lo que tras celebrar los esponsales y la consiguiente noche de bodas, al siguiente amanecer, cuando los primeros rayos de sol se colaron a través de las ventanas, todos los romanos habían sido degollados, pero no sin antes haber cumplido con los deberes propios de todo esposo en su noche de bodas.

Así que tras celebrar un emotivo funeral, las nuevamente afligidas viudas arrojaron los cadáveres a los gorrinos (algunos asesores científicos del presidente Trump mantienen que fue precisamente esa acción la que dio comienzo al moderno reciclaje y que es por ello por lo que ha de ser imitada a perpetuidad) vendieron sus armas y corazas a los guerreros de una tribu cercana.
Por supuesto, tal y como era menester, costumbre y más que nada porque las gustaba más el fornicio que a un sacerdote Vetton los hongos alucinógenos, las Cabriteñas cerraron el trato desposándose con ellos y nueve lunas después, dieron a luz a los hijos que los difuntos romanos les habían engendrado.

Lógicamente no hay evidencia científica de ello, pero se sospecha que quizás por ser medio Rómanos, medio Cabriteños, eran hermosos como los primeros y brutos como los segundos, por lo que en cuanto estos tiernos infantes alcanzaron la adolescencia, en un claro ejemplo de que la mezcla de genes es vital para mejorar la la raza y, porqué no decirlo, por sacarlos de casa de una puta vez, sus madres (nuevamente viudas a causa de una misteriosa peste que mató a los borrachines de sus maridos) les encargaron la misión de constituir la primera unidad de combate acorazada del nuevo ejército Cabriteño, y encomendándose al dios “Cosus”, dios de la guerra, la meteorología y la virilidad (lo que viene siendo un dios multitarea ya que lo mismo le achacaban un derrota, que el granizo o un “gatillazo”) fueron la primera unidad militar acorazada Cabriteña en abandonar el pueblo en olor de multitudes (Sí, he dicho “olor y no “loor”. Y no solo porque hubieran festejado su marcha con una cena a base de alubias, sino también porque así lo manda el diccionario Panhispánico) y al memorable grito de “Per cornibus meaes multi parentibus” (que quiere decir algo así como: “Por los cuernos de mis muchos padres”) salieron del pueblo con la misión de expulsar a los invasores.

Y aquellos primeros y aguerridos Cabriteños que usaron corazas para ir al combate, también fueron los últimos Cabriteños en intentarlo porque al cruzar el cercano río se les olvidó que el hierro flota bastante mal. Vamos… que se ahogaron.

Pero a pesar de su lamentable pérdida, el pueblo de San Cabritos sobrevivió y continuó creciendo y adaptándose a aquellos gloriosos tiempos de continuas invasiones, hambrunas, pestes varias y en los que a nadie la preocupaba ni lo más mínimo si llegaría a jubilarse. Más que nada porque la estimación de vida no iba más allá de los treinta años (diez menos en San Cabritos) y sobre todo porque no existía el concepto de jubilación.

Lo cierto es que la dura historia de San Cabritos de Arriba había hecho que incluso ahora, en nuestros días, los naturales del lugar tengan una bien merecida fama de ser gente dura, de gustos sencillos y despreocupados por las banalidades de las que tanto se quejan los urbanitas y que carecen de todo sentido en aquel hermoso remanso de paz.
Posiblemente fuera por todo ello por lo que apenas se dio a conocer la situación de alarma en todo el país, don Melitón, el orgullosos alcalde de San Cabritos, decidió reunir a todos sus habitantes en la plaza del pueblo para ponerles al corriente de las excepcionales medidas adoptadas por el Consejo de Gobierno de la nación para poder controlar la expansión de la pandemia, y de las aún más excepcionales medidas que habían sido aprobadas por el pleno municipal, el cual había decidido hacer gala de todo su poder para evitar a toda costa que los Cabriteños y Cabriteñas sufrieran en sus propias carnes los devastadores efectos de la epidemia.

Con el propósito de que todos los habitantes pudieran verle y oírle, don Melitón se subió a lo alto del atril que habían colocado en la plaza del pueblo y tras darle un par de toques al micrófono del aparato de karaoke que el ayuntamiento había comprado el año anterior para uso y disfrute de los turistas durante las fiestas del pueblo, y del propio alcalde el resto del año, comenzó a decir con voz grave:

Cabriteños y Cabriteñas, todos y todas. En este infausto día de hoy, es mi deber como edil que soy de este nuestro pueblo, poner en conocimiento de todos los convecinos el que, según hemos entendido en el parte de la radio, porque ya sabéis todos que el repetidor de televisión todavía sigue “escoñado”, ha dicho el señor delegado del gobierno de... no sabemos bien de dónde porque tampoco lo hemos podido entender por culpa de las interferencias, pero lo que sí hemos captado es que por pena o por desgracia, la lógica aplastante de la actual coyuntura de la mierda peste esa que anda suelta por ahí fuera, obliga a todos los españoles, y por ende aún mucho más a nosotros, los Cabriteños (y Cabriteñas) a la ley marcial…
¡Presente y arriba España! —gritó una voz surgida de entre “la multitud”
Que no, Marcial... no me seas cazurro que no te estoy mentando a ti, si no a la ley.
Ah… pues perdone y continúe usted, señor alcalde.
Vale. A ver que me he perdido… —murmuró ajustándose las gafas para revisar los dos folios que llevaba con él.
Ah, si… por aquí. Pues eso, que como iba diciendo antes de que me interrumpiera el Marcial…
¡Presente y arriba España!
¡¡Que te calles ya, cojones!!
Usted perdone, vuecencia, que es que me he vuelto a liar.
Nada, no pasa nada. Continúo con lo que estaba diciendo que eraaaa…. Ah, sí; que según la Ley mar… para evitar más interrupciones y que nos entendamos todos, vamos a llamarla “Ley de Jaleo de los Gordos”. Pues a lo que iba, que esa ley nos obliga a todos nosotros y también a los que no somos todos nosotros, al confinamiento total hasta nueva orden o hasta que toque recoger la remolacha, lo que primero sea que llegue; así que por lo tanto, se ha declarado el estado de Ley Mar… los huevos... de Jaleo de los Gordos, en todo el territorio nacional. Que eso para los que seáis un poco cortos de entendederas… ¡Gervasio! ¡Atiende que esto va por ti!
¡Entiendo señor alcalde, entiendo!
Na, tú que vas a entender socenutrio. si es que además de estar más sordo que un radiador, te faltan “entendederas” y de donde no hay no se puede sacar... pues nada. Que entonces va para todos los demás; así que como iba diciendo, eso viene a querer decir que a partir de ahora, sin un permiso firmado por las autoridades, o sea el señor cura y yo mismo, no entra ni sale del pueblo ni Dios. Y eso incluye a todos los madrileños que suelen venir los fines de semana a comer en Casa Paco…
¡Coñó, Melitón! ¡Qué me jodes el negocio! —protestó éste llevándose las manos a la cabeza en un gesto de desesperación debido a que los madrileños, eran precisamente quienes mejor caja le dejaban.
Y yo soy plenamente consciente de ello, Paco. Pero es que de verdad que dadas las complicadas circunstancias por las que atraviesa el país, al consistorio en general y a mí en particular como cabeza visible y guía de él que soy, no nos queda más remedio que reiterarnos en lo ya dicho. Y por si a alguien no le queda claro voy a puntualizarlo bien: ¡Esto vale para todos los madrileños! ¡Para los tres! Pero una cosa te voy a decir, Paco. Tú no te preocupes que el gobierno ha dicho que va a habilitar unas ayudas especiales para que las pequeñas y medianas empresas puedan sobrellevar el coste del cierre temporal de la actividad económica y como nosotros, es decir el ayuntamiento, en el fondo no somos más que un apéndice del gobierno central, para abreviar la cosa e intentar chupar un poco más del bote, ya hemos hemos preparado una carta oficial que le daremos a la cartera cuando la semana que viene se pase por el pueblo, para que ella misma la entregue en mano en la sede central de la Unión Europea… allá dónde sea que esté colocada y que para mí que debe caer entre Suiza y Alemania del Este. Porque hemos estado mirando un mapa de Europa que había en la vieja escuela y trazando un par de curvas con el compás, pues las líneas se nos juntaban más o menos por ahí. Pero que ya te digo que no hay miedo de que se pierda porque vamos a enviarla con acuse de recibo.
A lo que iba yendo: que el ayuntamiento, dando ejemplo de solidaridad y responsabilidad para con el tejido empresarial e industrial del municipio, va a adelantar las ayudas económicas a las dos empresas turísticas que hay en el pueblo y que básicamente son la casa rural que tengo aquí al lado y el bar de Paco. Y por lo tanto, a mí mismo me voy a abonar los seiscientos euros del alquiler mensual que voy a dejar de ingresar durante el periodo de confinamiento y, al Paco, le vamos a abonar el cincuenta por ciento de los costes de los seis menús correspondientes al sábado y al domingo que dejará de servir por la forzada ausencia “madrileñil” y que dado que el precio de cada menú es de nueve euros por semana, y de veinte los fines de semana que casualmente es cuando vienen los madrileños, pues la ayuda total aprobada asciende a un total de doscientos cuarenta euros mensuales que le serán adelantados por el ayuntamiento mientras se extienda la ley Marcial…
¡Presente y arriba España!
¡¡¡Me cago en tu padre, Marcial!!! —estalló don Melitón— ¡Andate con ojo que ya me están entrando ganas de mirarte el libro de familia para ver si tienes antepasados madrileños!
No, señor alcalde. El único que tengo así un poco más lejano, es un primo segundo que trabaja de ingeniero limpiaventanas en Suiza.
A huevo que me lo acabas de poner… ven… ven Marcial. No tengas miedo que no te voy a pegar, si no todo lo contrario. En tu calidad de operario municipal a jornada parcial que eres desde que el médico dictamino que eras subnormal perdido cuando te pidió que le echaras gasolina al coche y le prendiste fuego, cosa que por otra parte ya sabíamos todos los del pueblo desde el día en que jodiste la mitad de la producción de queso al pintarlos con “titanlux” para hacer queso azul, te voy a hacer una encomienda muy importante y vital para todos los Cabriteños y Cabriteñas de bien que habitamos y cohabitamos en este nuestro pueblo —y volviéndose hacia los asistentes, anunció:
Se hace un breve receso de cinco minutos. Podéis fumar pero que no se marche naide todavía.
Usted dirá, don Melitón —dijo Marcial llegando a su lado.
Toma esto, mi buen y patriota convecino —dijo el alcalde entregándole un sobre blanco plagado de sellos—. Como valeroso español que yo sé que tú eres, te voy a encomendar la más importante de las misiones y, ya de paso, mato dos pájaros de un tiro y te pierdo de vista una temporadita, así que ahora mismo te coges la furgoneta del ayuntamiento, vas con ella a la gasolinera de la carretera general y le llenas el depósito hasta que rebose. A continuación, como dentro de ella habíamos cargado un depósito de agua que iba a colocar en el huerto para regar los calabacines, pues aprovechas que está vacío y te lo llenas también. Y ya después, cuando hayas acabado, le dices al gasolinero que te lo cargue todo en la cuenta del ayuntamiento de San Cabritos de Arriba, le preguntas por adónde se va a Suiza y sin pararte pa nada que no sea de vital importancia, le llevas esta carta a tu primo, que como dices que es ingeniero pues seguro que allí conoce a mucha gente y ya se sabe que para estas cosas, a cuanta más gente conozcas pues mucho mejor.
¡A la orden de vuecencia y del pueblo de San Cabritos de Arriba! ¡Gloria a Dios y a España! —exclamó Marcial, con orgullo— Pero una cosa que le digo… ¿y para las dietas de lo que viene siendo el pernocte y la alimentación?
Para eso, en cuanto acabe la reunión te pasas por Casa Paco y le dices de mi parte que te entregue un par de mantas de las gordas y que te meta en una olla bien grande los menús que le vamos a pagar y que no va a servir.
¿Y los postres? Es que no se yo cómo sabrá la tarta de la mujer del Paco cuando se mezcle con la grasa del potaje
¿Pero es que a ti te gusta la tarta?
En realidad es que yo siempre he sido más de helado de chocolate.
Pues entonces le dices que ha ordenado el alcalde que en vez de echarte la tarta en la olla, que te eche el helado ¿mejor así?
Sí, señor alcalde. Hay que ver que gran corazón y entendederas tiene usted. Que Dios todopoderoso le bendiga a usted y a toda su familia.
Pues hala majete. Venga, date prisa que cuanto antes salgas, antes regresas.
Y ahora que lo dice... pues otra cuestión que se me acaba de venir a la cabeza, ¿sabe usted como cuánto tiempo más o menos me va a llevar el encargo? Es que yo mañana tenía que ir a regar.
Tú lárgate de una puñetera vez, no te preocupes por nada y echa el tiempo que tengas que echar; que de regarle el huerto a un vecino que ha sido enviado en misión oficial, ya se ocupa el ayuntamiento —insistió entregándole las llaves de la furgoneta y volviendo a subir al estrado.

¡Se acabó el receso! Apagad sus cigarrillos y colocar las boinas en posición horizontal que se está levantando un poco de brisa y lo mismo acabáis todos corriendo tras de ellas. A ver, cómo iba diciendo antes de mandar al Marcial a…
¡Presente y arriba España!
¡¡A tomar pol culo, Marcial!! ¡Quedas exento de asistir a esta reunión, así que sal cagando leches del pueblo y vete a entregarle la puta carta a la Comisión Europea! —y acercándose al oído del cura, le murmuró—: A ver si de paso tenemos un poco de suerte y su primo le coloca a trabajar en algún sitio… o le tira del andamio abajo, que en el fondo lo mismo me da.

En cuanto el pesado de Marcial abandonó la plaza, el alcalde recompuso el gesto, y continuó con su discurso:
Creo que me había quedado en que esta ley Mar… bueno, ya sabéis a cuala me refiero que no me fio de que ese mangurrían entovía me pueda escuchar. Pues eso, que hasta que el señor secretario del gobierno… u otro que mande similarmente nos avise de lo contrario, queda vetada la entrada de cualquier madrileño a lo que viene siendo el municipio y por lo tanto, desde ahora se les pasa a considerar “personas non ratas”… que la verdad es que yo no le veo mucha enjundia a la frase porque por mu feos que sean, tampoco considero que sea necesario destacar las diferentes diferencias que nos diferencian. Pero que como está en los libros, pues yo la digo que para eso es la obligación de todo edil ser leal a las leyes, a la santa madre iglesia y a la patria… por donde cojones iba yo… ah, sí. Para abreviar, que a partir de ahora mismo el único madrileño bueno es el que se queda en su puta casa, asín que si lo veis por el pueblo, pues eso quiere decir que es malo y lo matáis. Asín, si más. Pero eso sí, recordad que tenéis que hacerlo sin rencor y sobre todo sin refocilarse en ello que luego llegan las vacaciones y tampoco hay que crearse mala fama, por lo que para asegurarnos de que naide disfrute con la muerte ajena, vamos a establecer férreas medidas de control para asegurarnos de que todo se hace según la jurisprudencia municipal; es decir, que vamos a colgar en el tablón de anuncios del ayuntamiento una pizarra en la que iremos apuntando el número de madrileños que vayamos matando cada uno de nosotros para asegurarnos de que haya equidad en el número de muertos y sobre todo paridad ¡Por amor de Dios que os lo pido! ¡Vigiladme bien eso de la paridad! ¡Hay que procurar matar el mismo número de madrileñas que de madrileños! ¡Que si no, lo mismo se nos monta en la puerta del ayuntamiento una manifestación de esas chavalas tan gritonas… ya sabeis, coime. De esas que como no tienen ni pa comprar pancartas se pintan los eslóganes en las tetas. Y ya sus imagináis la que se puede montar como el señor cura, aquí presente a mi lado, las pille por ahí en bolas...
¡Las excomulgo a todas ellas y después las meto en la iglesia y las azotó hasta que se desnuden de su pecado! —exclamó con los ojos a punto de salírsele de las órbitas y aferrándose con ambas manos al micrófono—¡Y después sigo azotándo sus culitos… sus tetitas… y sigo… y sigo…
Ya padre, ya está bien que se me pierde usted en divagaciones que ahora están fuera de lugar y de contexto —le recriminó el alcalde apartando bruscamente al cura del atril y ocupando nuevamente su lugar ante el micrófono—. Y una vez dicho esto, le doy la voz al pueblo omnipotente y paso al consultorio de los ruegos y preguntas… a ver, Gervasio ¡Qué coño quieres preguntarme que ya hace rato que te veo con la mano levantada!
Que digo yo señor alcalde, que cómo vamos a estar seguros de que los forasteros que vengan son todos madrileños… y madrileñas: y que por poner un ejemplo pues no son de otro sitio igual de cosmopolita como por ejemplo, yo que sé… Cáceres.
Buena pregunta Gervasio, si señor. Vamos a ver; lo primero es ser educados que para eso son turistas que vienen a dejarse al pueblo sus buenos cuartos, así que con mucha educancia les preguntáis de dónde son, y si os dicen que vienen de la capital del reino, pues entonces les ofrecéis una cuñita de queso, unos embutidos y un vasito de vino por cortesía del ayuntamiento; a continuación les cobráis los treinta euros de rigor para el mantenimiento de la riqueza patrimonial, histórica y cultural del pueblo y una vez embolsado el donativo, pues ahí sí, ahí ya les dais matarile.
Vale, si eso de matar madrileños lo entiendo, pero yo lo que digo es que, ¿qué tenemos que hacer con los que no sean de Madrid?
Básicamente lo mismo, pero con la diferencia de que a estos les cobráis primero. Que no vaya a resultar que sean catalanes independentistas porque ya sabemos todos que esos, con el cuento de que son poco españoles, lo mismo consiguen una bula papal o de la ONU y se nos escapan vivos, con el queso, los chorizos y encima sin pagarnos ni un duro.
Vale. Otra pregunta que tengo, pero esta vez para el señor cura —insistió el Gervasio.
Pero hay que ver lo pesaico que estás hoy… hala, señor cura. Pa usted es el turno.
Muchas gracias, señor alcalde —y acercando la boca hasta rozar la esponja del micrófono, preguntó—: Pregunta sin miedo, Gervasio.
Que es que me preocupa a mí el que el hecho de que andar matando forasteros, pueda acabar repercutiendo en lo que ya llevamos cotizado para cuando vayamos a ir pal cielo, y que digo yo que tampoco es cuestión de andar jugándonos a lo tonto la jubilación eterna.
Hummm… a ver. En realidad, como esto del matar lo haremos por el bien común, pues no afecta a la cotización como si fuera solo por el bien propio o el refocile, pero quieras que no quieras, los forasteros que sean cristianos pues por poco que sea siempre nos van a restar puntos —reconoció con aire pensativo.

En ese momento, el alcalde le susurró algo al oído, se apartaron del atríl y tras un ratito de encendido debate en voz baja, el cura regresó al micrófono.
Tras una negociación con aquí el señor alcalde, ambos dos hemos llegado a la conclusión de que dado que sus muertes son buena cosa para todos, vosotros podéis matarlos tranquilamente y será el ayuntamiento el que abone a la santa madre iglesia el debido pago por cada indulgencia, el cual será de cincuenta euros por cada vez que incumpláis el quinto mandamiento y que yo mismo usaré en limpiar vuestras almas del pecado mortal.
Vale, señor cura; pero otra cosa que se me ocurre…
¡Hala! ¡Vete a tomar un poco pol culo tu también, Gervasio! —exclamó don Melitón— ¡A ver si te vas a creer que no tenemos otra cosa que hacer en todo el día más que pasarnos horas y horas respondiendo a todo lo que se te pase por debajo de la boina. Mira... una cosa que se me acaba de ocurrir. Que ya que se te ve tan interesado en todo esto, te coges la escopeta, cierras bien cerrada la puerta del pueblo, te subes a la muralla y vigilas que no entre ni salga nadie que no deba hacerlo, y con ello te incluyo como el primero de la lista al cabrón del Marcial…
¡Presenteeee y arribaaaa Españaaaa! —se escuchó a lo lejos.
¡¡¡Me cago en San Dios y la puta tía Hilaria!!! ¡¡¡Se acabó!!! ¡¡¡Voy a por la escopeta y me apunto uno en la pizarra!!! —rugió el alcalde bajando a la carrera del atril y abriéndose paso a empujones mientras le daba al cura un billete de cincuenta euros y le encomendaba que se ocupase de despejar la plaza.
Pues ya sabéis… —dijo el cura para cerrar el discurso—. Que cada uno vaya a cumplir cristianamente con sus labores; que matéis muchos forasteros y sobre todo: ¡Viva España! ¡Viva el rey! ¡Viva la Santa Madre Iglesia! ¡Y viva el falo incorrupto de nuestro patrón San Berrancio!

Comentarios

  1. Ufff, estoy deseando ver las aventuras que se van a correr los cabriteños , especialmente Marcial que ya le he cogido cariño XD.
    Seguro que será una historia fascinante.
    Mucho animo Jefe , estamos deseosos de leerlo.

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    1. ¡Acaba de salir del horno! Vamos, de hecho es que como amazon está sufriendo retrasos de publicación por el COVID, va muy lento y todavía no están los enlaces definitivos de amazon, pero ya he dejado en el nuevo "post" un primer enlace a la página de amazon.
      ¡¡¡SUERTE y MUCHA MUNICIÓN!

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  2. Yo acabo de empezar a acercarme al mundo de Granda y veo que tiene varias sagas y me gustaría tener una guía, para sumergirme en estas sagas de forma ordenada

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  3. Para cuando saldrá la segunda parte? Estoy a punto de acabar me infernum y me pone de los nervios no tener la segunda 😂😂👍👍

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    1. ¡ESTÁ SALIENDO AHORA MISMOOO! Todavía no están los enlaces definitivos de Amazon, pero acabo de comprobar el de Amazon.es y ya está disponible.
      Lo he puesto en el nuevo "POST"
      ¿Nervios? Pues prepárate para lo que te aguarda en esta segunda parte... brutal!!!

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